lunes, 30 de octubre de 2017

INDEPENDENTISMO EN CATALUÑA

NACIONALISMOS E INTEGRISMOS                                                                            29.10.2017
"El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad."
Albert Einstein
Alguien dijo también que la máxima expresión del nacionalismo es la guerra. Históricamente podemos comprobar esta verdad, que se repite hasta la saciedad a lo largo de la historia de la humanidad.
En pleno siglo XXI, donde todos los países democráticos, al menos los europeos, pretenden formar piña para evitar repetir los desastres que acontecieron no hace mucho tiempo, a través de las dos guerras mundiales del siglo pasado y de tantas otras que siempre han estado asociadas a los nacionalismos, resulta que ahora, en nuestro propio país, se ha dado el caso de que unos cuantos irresponsables –en concreto 70- se han atrevido a proclamar la independencia de Cataluña. Ya Joseph Tarradellas, intachable catalanista, castigado y represaliado por Franco, dijo en 1981, a los cuatro años de volver del exilio a España, que se tuviera cuidado con Jordi Pujol, pues le acusaba de dividir a los catalanes. De aquellos polvos ahora estos lodos. De aquella época proviene toda esta locura, aumentada -aunque seguro que sin quererlo y de ser tan cortos por no preverlo- por la connivencia de los dos principales partidos políticos de este país, que por un puñado de votos para ganar las elecciones generales, Pujol y los que le precedieron, hicieron lo que les dio la real gana.
Conozco a muchos catalanes y me encanta Cataluña, pues forma parte de mi vida, de mis vivencias, y tengo una profunda pena que por un grupo de políticos, de los que algunos se llaman muy “honorables”, que acusaban al resto de los españoles de robarles -cuando ellos robaban a escondidas y llenaban las arcas de los bancos andorranos o de otros paraísos fiscales-, hayan llevado a toda una población casi al desastre, en lugar de velar por ellos, de potenciar la convivencia, el respeto, la solidaridad, etc., conceptos estos que nunca han conocido. Más tristeza me dan los niños y jóvenes, que han sido radicalizados a través de la semilla nociva de una manipulada educación inculcada desde hace décadas. Una juventud confundida, que sobre todo debiera pensar en formarse, en tener un trabajo digno y en acometer todos sus sueños para hacerlos realidad; no en una utopía sin fundamento y sin futuro. Los verdaderos problemas de Cataluña son los mismos que los del resto de España; el Paro, la falta de recursos en Sanidad, en Educación, en la atención a la Dependencia, en las diferencias sociales, en potenciar la economía agraria, el I+D, los corruptos de todos los signos, etc., que los políticos que nos gobiernan no han resuelto, mal gestionando la crisis.
Estas cosas, y tras la culminación de la declaración de una Independencia sin sentido de hace tan solo dos escasos días, le hacen a uno pensar en situaciones antes no dadas, donde los conceptos de país o de nación no eran muy relevantes, pues estaban siempre ahí, conviviendo entre nosotros. De pequeños, la gran mayoría asociábamos a las personas que portaban banderas españolas con la gente de extrema derecha, personas amantes de generar conflictos, y con la dictadura franquista. Por eso había un cierto rechazo de la población hacia la bandera. Pero estábamos equivocados, por ignorancia, pues nuestra bandera, que precisamente no la inventó Franco ya que nace como pabellón naval el 28 de mayo de 1785, el 13 de octubre de 1843 como bandera del ejército y tras diversas modificaciones de su escudo, no de sus tres bandas, como bandera nacional el 5 de octubre de 1981, es la insignia, emblema, distintivo, o como queramos llamarla, diferenciadora de nuestro país con respecto a las del resto del mundo, y por tanto nada exclusiva de una minoría recalcitrante y oscura que pretendió adueñársela, gracias al desinterés de la mayoría. ¿En que se traduce pues, todo esto?. En que surgen dos conceptos que claramente hay que distinguir para evitar confusiones; nacionalismo y patriotismo.
No debemos de confundir al nacionalismo con el patriotismo, pues la diferencia es muy simple; el nacionalista, y no es que yo lo diga, es el que solo cree y hace todo lo posible por hacer creer a los demás que lo que él piensa es lo correcto y por tanto hace lo que sea por llevarlo a cabo, con independencia de si tiene que pisotear las creencias, los valores o las necesidades de otros. Aborrece la pluralidad, al que no es como él, incurriendo en grandes contradicciones, como es el caso que nos ocupa, odiando al resto de los españoles, pero pidiendo ayuda al resto del mundo cuando les interesa –aunque sean más extranjeros, como ellos nos encuadran, que nosotros- para que reconozca su gesta. El patriota, persona más abierta al mundo y por tanto de miras, es quien se siente orgulloso tanto del lugar donde ha nacido, como de su país, de Europa o del mundo. Es un ciudadano, que valora sobre todo a su patria con amor y cariño, y que piensa en colectivo, en el conjunto de sus conciudadanos, en su bienestar y en su ayuda.
George Orwell, ya en 1929, en su libro La Rebelión de las Masas, cita a modo de premonición de la cercana nueva Guerra Mundial, y a las puertas de nuestra triste Guerra Civil, que “los nacionalismos no son nada, sólo una manía, un pretexto para escapar de la necesidad de inventar algo nuevo, alguna gran empresa. Sus métodos primitivos de acción y el tipo de hombres que lo lideran revelan que es lo opuesto a la creación histórica”.
Curiosamente, nunca se encontrará dentro de los corrillos nacionalistas a gente de izquierdas, a gente progresista, demócrata, cuyos valores se sustentan en el apoyo, respeto y las necesidades de sus congéneres. Los nacionalistas, en cambio, gente históricamente conservadora, proceden habitualmente de las derechas conservadoras, aunque no toda persona de la derecha moderada sea nacionalista. No es de extrañar que aquellos, en su afán de conseguir apoyos y adeptos, se alíen, de forma incomprensible con otros sectores que están en las antípodas de sus pensamientos, pero que tampoco son de izquierdas, como son el caso de los anarquistas, cuya idea utópica del mundo no se puede sustentar por desgracia en ninguna realidad, pero que para llegar a conseguir sus planteamientos, son tan agresivos como los nacionalistas.
Los artistas, que habitualmente no solemos decantarnos por ideologías políticas, sí tenemos muy claro lo que es una injusticia. Muchos, con nuestra obra, hemos denunciado situaciones indignas y criminales hacia nuestros congéneres y también hacia los seres vivos que nos rodean, animales y plantas, hacia lo que llamamos atentados contra la Biodiversidad y la vida en nuestro querido planeta. El caso de Cataluña es flagrante y claro, en cuanto que un grupo de iluminados pretende llevar al desastre a la población catalana, a base de mentiras, medias verdades conducidas, manipulación de las emociones, etc., encauzando todo el mal que “dicen padecer” con que es proveniente del resto del estado español. Esto me recuerda inevitablemente, pues me gusta leer y aprender de la Historia, a los movimientos que al principio de este artículo reseñé, cuando personas acomplejadas como Hitler, arrastró a una población buena y honesta, aprovechándose de la grave crisis económica que en aquel momento Alemania padecía, producto también de los rescoldos de una 1ª Guerra Mundial de la que sus líderes nacionalistas fueron también muy responsables, y del hambre de una población que necesitaba escuchar de esos dirigentes dónde estaba el problema y como atajarlo: los judíos. De ahí, a acaparar todo el poder para hacer lo que a aquél infame dictador le pasaba por la cabeza, fue todo uno. No quiero comparar a Hitler con los secesionistas catalanes por supuesto, pues salvo que vivimos todavía dentro de una crisis económica que les ha servido para aprovecharse, nos hallamos en una época y en una sociedad democrática, donde gracias a ella, estos personajes han podido llegar donde han llegado –a la proclamación de la Independencia, ni más ni menos-, y donde Europa no va a permitirse volver a caer en errores del pasado. De ahí la apuesta por la cohesión entre los países europeos y el apoyo ante casos tan peligrosos como este.
Para los que hemos nacido en la dictadura franquista, hemos vivido la muerte del dictador, hemos visto como surgía la Transición y nacía la Democracia en nuestro país –gracias a la presión de la población, a las huelgas, manifestaciones, etc. que revolvieron el entramado social y político del país, trayendo consigo la legalización del Partido Comunista y siendo Comisiones Obreras el puntal vital para la regeneración social que llegaba rápidamente-; y como nacía también una Constitución -amenazada posteriormente por el golpe de estado del 23 F-, que aunque pendiente de actualizar por las necesidades del momento, fue, ha sido y tiene que ser la directriz principal de nuestra convivencia, nos da mucha pena que políticos jóvenes y menos jóvenes que ni han vivido la transición ni que les ha importado informarse de lo acontecido, que nacieron en paz, en una sociedad totalmente democrática aunque no perfecta, libre de torturas y de encarcelamientos –no las mentiras que pretenden vender estos políticos secesionistas y algún otro cercano a ellos que no terminan de aclararse si son de aquí o de allí-, de repente quieran vender a la juventud –que son el filón de sus futuros votos- otra mentira manipulada para sus propios intereses. No, por suerte no vivimos ya en una dictadura, ni en un estado opresivo como dice Puigdemont y sus compañeros. Sí, la mano se le fue a la policía, pero algunos manifestantes no se quedaron cortos. La gran mayoría de las personas que el día 1 de octubre fueron a votar, de modo nada democrático, debieron de ser advertidos por los que les arengaban a acudir a las urnas que podían sufrir algún tipo de consecuencias. Que nadie se lleve a engaño: cuando de jóvenes íbamos a las manifestaciones, que eran, salvo las de corte franquista, todas ilegales, sabíamos el riesgo que corríamos, pues el llevarnos algún porrazo –y aquella policía sí daban en órganos vitales y en zonas donde hacían mucho daño- era el menor de los males, ya que caer en la cárcel era el tal vez no poder volver a salir de allí o truncarte la vida, como ocurrió a alguno de mis amigos. Los que fueron golpeados el día 1-O también corrían un cierto riesgo, menor, pero fueron porque habían sido engañados y manipulados a través de lo emocional, de lo utópico, de lo festivo.
Puede que los propios nacionalistas hayan puesto, sin querer, la solución a los males de Cataluña, provocando la imposición del artículo 155 y la anticipación de las elecciones por parte del Gobierno, para el próximo día 21 de diciembre. Era de esperar que proclamaran la Independencia, por lo alevosos que han sido durante todo el Procés, pero hasta el último momento casi todos los españoles esperábamos un pequeño resquicio de lucidez para que no se declarara esa Independencia pero sí una convocatoria de elecciones, actos que posiblemente hubieran impedido la aplicación del 155. Pero eso no llegó. Esperemos que la cosa no vaya a más, y que me equivoque, pues la semilla pérfida está instaurada en una parte de la población, que quiere confrontación y que va a generar muchos conflictos en las calles, arengada por sus dirigentes, que no van a admitir pacíficamente que han perdido. Ya tildaron a Serrat o a Sabina, entre muchos otros, de fascistas. ¿Conocerán realmente el significado de esta palabra?. Los responsables de este triste acontecimiento siempre serán los sediciosos y los golpistas que lo han generado. Malas referencias para pasar a la historia.