Esta locura es un sin parar. Que fácil es matar.
No sé que hay dentro de la cabeza de estos asesinos, que salen de su país buscando un futuro mejor y aparentemente se integran en los países que los acogen. Da igual que sea aquí en España, que en París, Niza, Estocolmo, Berlín o Londres, por no hablar de los que diariamente ocurren en Oriente Medio o en otras partes del mundo. Se envalentonan atacando a sus semejantes indefensos, sin plantearse si puede haber entre ellos algún amigo, familiares o correligionarios.
Sin defender sus acciones viles y cobardes, creo que la causa es el producto del resentimiento y de la envidia, y muy probablemente de la marginación que estos personajes encuentran en su entorno. De ahí a la radicalización, del modelo que sea, hay muy poco. Da igual que su vileza se ampare bajo el manto integrista religioso o político, como el de estos descerebrados o el del neonazi de que mató hace pocos días a una mujer en Estados Unidos, por no hablar de los del tiro fácil, masacrando a los alumnos de una escuela o a los transeúntes de una calle. El analfabetismo y la pobreza hacen el resto.
No estaría de más, que todos los gobiernos del mundo miraran algo más por los desheredados, y en especial los que explotan las riquezas de los países pobres, pues está claro que esta nueva modalidad de protesta se afianzará cada vez más. Las egoístas acciones del pasado y del presente son la justificación y el caldo de cultivo de estos asesinos. Al fin y al cabo ante su desesperación, la justificación es que nada tienen que perder. Aparentemente, pues también tienen familia y amigos, cuya gran mayoría no entienden ni aprueban sus desmanes.
Ante el miedo y el terror, unidad. Y solidaridad y cariño hacia las víctimas y sus familiares.
Y por favor no mezclemos estas viles acciones con el odio y el racismo.
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